El Instituto de Iberomérica lamenta el fallecimiento del sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas quien nos acompañó en diversas ocasiones. Compartimos el obituario de Secundino González.

 

El 1 de enero nos dejó Edelberto Torres Rivas, nuestro querido maestro, que formó a generaciones de centroamericanos y centroamericanistas en los valores de la igualdad, la solidaridad y la democracia. Centroamericano nacido en Guatemala, como el mismo se identificaba, su vida es la vida de un itsmo torturado que el, como pocos, contribuyó a entender y a mejorar. Su padre, antisomocista, tuvo que exiliarse desde Nicaragua, pero la opresión le siguió, cuando fue encarcelado en Guatemala tras el derrocamiento del gobierno de Jacobo Arbenz. Edelberto se refugió en México.

Allí puso un restaurantito al que iban los exiliados guatemaltecos, pero donde nadie pagaba, a la espera de que la revolución triunfara en Guatemala. Bueno, pagaba un joven médico que se había hecho amigo de su hermana, también doctora, un tal Ernesto Guevara, con el que Edelberto jugaba ajedrez en las tardes ociosas del exilio. Regresó a Guatemala como militante clandestino, pero poco partidario de normas y disciplinas se alejó de la política activa para marcharse a Chile a estudiar. Allí compartió saberes y debates con Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos, entre otros y escribió un texto que sería central en los estudios sobre Centroamérica, Interpretación del desarrollo social centroamericano. En algún momento recaló en Essex, para hacer su doctorado en Sociología, pero las penurias – y lo coquetón que era- le llevaron a vivir de cantar boleros en los bares y nunca concluyó su tesis. Esas cosas absurdas de la academia, porque cualquiera de su libros era más que una tesis. Así que cuando estaba irónico – mas o menos el 90 por ciento del tiempo – se autocalificaba como "el bachiller Torres". El bachiller Torres acabó siendo secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales durante ocho años y, ya de regreso a Guatemala, tuvo un papel central en la reconstrucción de la Memoria Histórica del país, tras concluir el conflicto que se dejó 200.000 víctimas por el camino. También fue fundador de la Cofradía – la cofra – un grupo semiclandestino basado en el buen vivir y mejor comer y beber, cuya única regla era que en sus reuniones estaba prohibido hablar mal de los ausentes, y solo se podía criticar a quienes asistían. A la cofra se incorporó en algún momento Ana María, cuyo amor y apoyo a Edelberto han sido inconmensurables. Apenas hace dos días, en la ciudad de Guatemala, junto a Bernardo Arévalo, nos compartía su dolor por pensar que Edelberto pudiera estar sufriendo en sus horas finales. No fue así, afortunadamente, y hoy, el maestro Torres, nuestro querido Edelberto, descansa en paz